8 de junio de 2017

Torneo de Santander: Memorias de un fin de semana.

Llegábamos el viernes a jugar casi sin bajarnos del coche, con las prisas y el cansancio del viaje, pero con las ganas de disfrutar del baloncesto, de la compañía de otros cuarenta equipos y, como no, de la fiesta que lo acompañaba. Nos esperaba para el primer día uno de los mejores equipos de la edición anterior y uno de los favoritos del torneo, el Club de Baloncesto Ponferrada.

En la cancha, el mejor partido de Jesús...

A pesar de los condicionantes y del resultado final, fue posiblemente nuestro mejor partido, o al menos el que dejó mejores momentos de juego por nuestra parte. Empezamos mal, muy mal, en apenas tres minutos fallamos tres canastas fáciles, bandejas y tiros a un metro del aro, mientras los de Ponferrada nos castigaban con tres triples y un dos más uno sin fallo. Parcial de 12-0 para despertarnos de la modorra del viaje y la constatación de que su número 7 podía ser nuestra peor pesadilla.

A partir de ahí y durante algo más de dos cuartos, dimos nuestra mejor versión: concentración, intensidad defensiva y aprovechamiento de nuestros puntos fuertes (éramos superiores en el juego interior). En esos dos cuartos largos, fuimos superiores a los de Ponferrada y, poco a poco, fuimos recortando las diferencias hasta conseguir ponernos por encima pasada la mitad del tercer cuarto, 31-30, merced a dos triples providenciales de los dos Javis. Pero se nos apagó la luz. Volvió a aparecer el 7 y con dos triples más un adicional sin respuesta por nuestra parte, nos dejó otra vez tocados y sin capacidad de respuesta. De ahí al final, fuimos incapaces de reaccionar y acabamos perdiendo por un claro 53-37.

Juan reboteando a lo Lebron

Y después del partido, empezaba la fiesta, paseo de equipo hasta la Magdalena para la recepción oficial (estrenando los cortavientos azules de Javi bajo la lluvia), fotos y risas acompañadas de vino, cerveza y canapés y, a continuación, unas copas (demasiadas) en un local al lado de la playa, baile y más risas con los miembros de algunos de los otros equipos, donde pudimos disfrutar de algún que otro espectáculo inesperado. Algunos terminamos tarde, otros…, bueno, otros que lo cuenten ellos.

The Blue Reservoir Dogs...

El sábado teníamos partido a las 9.30 (algo que sin duda no era una buena noticia) contra unos Mad Titans irlandeses, reforzados por dos ex profesionales, Jerónimo Bucero y Gustavo Díaz (a los que no darían descanso ni un segundo). Empezamos el partido con las bajas que nos dejó la noche, 2 titulares y nuestro 6º hombre, y con la mayoría del resto algo “perjudicados”. Aun así, tuvimos el partido en nuestra mano y nunca deberíamos haberlo perdido. Empezamos sufriendo a sus dos estrellas, que nos martillearon desde el triple y que imponían su mayor oficio y altura, pero a los pocos minutos éramos nosotros los que conseguíamos imponer nuestro ritmo y ponernos por delante con pequeñas ventajas (nunca más de 7 puntos), que mantuvimos casi hasta el final del partido, llegando a falta de dos minutos, casi en la orilla, 31-30 arriba. No anotamos más y los falsos irlandeses, Jerónimo y Gustavo, nos ganaron el partido a base de tiros libres y faltas provocadas con oficio.

A Bucero no pudimos pararle...

Apenas dos horas después nos esperaba el tercer partido de la fase de grupos contra los holandeses del Cady´73. Matamos el tiempo que nos quedaba comiendo algo y durmiendo en las gradas (literalmente), y recuperamos a dos de nuestras bajas nocturnas, pero llegado el partido, la decepción por los resultados anteriores, el cansancio acumulado y, sobre todo, el tamaño de nuestros rivales (con al menos dos jugadores que superaban holgadamente los dos metros), nos llevó a jugar el peor partido en el torneo y a sumar una derrota bastante elevada.

¡¡Demasiado grandes!!

Cocido montañés para comer y, de vuelta al hotel, siesta para unos y partidas de cartas acompañadas de café y pacharán para otros, como preparación para la tarde (teníamos la final de la champions por delante), para la cena y para lo que surgiese más adelante. Todo sin olvidar que el domingo a las 11.30 nos esperaba nuestro último rival, los bilbaínos del Mungia ST.

La champions acabó como acabó (que lo cuenten los futboleros) y la cena y la fiesta posterior sirvió para continuar las risas de la noche anterior y compartir copas con los jugadores del resto de equipos, conociendo a muy buena gente de Zaragoza, Irlanda, Cantabria, Euskadi y hasta Lituania (Por cierto, que gente más grande hay por el mundo, darse la vuelta en cualquier punto y encontrarse siempre a un tío –o tía- más alto que uno, impresiona mucho cuando uno mide 1,92 metros). En definitiva, que bailar se bailó, charlar se charló, beber, se bebió (y se bebió y se bebió y se…), y, aunque parezca mentira, nadie mató al de la música, por mucho que nos pusiera “despacito” al menos una vez cada media hora.

Ariel 4 - Micolor 1

Amaneció el domingo, con algo más de cansancio y algo más de resaca para casi todos y, como decíamos, con un nuevo partido ante nosotros, en el que había que ganar para dejar Santander con un buen sabor de boca y sin un rosco en nuestro debe.

Nuevamente llegábamos a la cancha con bajas, tres en este caso, uno que se volvió para Madrid en no demasiado buen estado la noche antes, otro que no apareció por la mañana y un tercero, que compareció pero no se vistió para jugar. El partido, con dos equipos cansados y tocados, no fue el más brillante, pero aunque el marcador nunca fue demasiado amplio, pareció encauzado a nuestro favor desde los primeros minutos y se ganó sin sustos a la buena gente de Mungia.

Mungia fue un buen rival
En definitiva, en las canchas una victoria de cuatro, fuera de ellas unas cuantas más, con las calles de Santander teñidas de azul y con un fin de semana para el recuerdo en la celebración del 30 aniversario de la Familia Monster.

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